Bajo la verde fronda by Thomas Hardy

Bajo la verde fronda by Thomas Hardy

autor:Thomas Hardy [Hardy, Thomas]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1872-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO VII

DICK SE HACE ÚTIL

Las alusiones fortuitas de Geoffrey al señor Shiner tuvieron el efecto de reducir considerablemente el buen curso de la conversación espontánea que de otro modo habría brotado del joven Dewy en el viaje de vuelta a casa. Y cierta observación que le hizo a Fancy, de una manera demasiado brusca e impaciente, dejó a la muchacha aún más callada de lo que estaba él. Se mostraban los dos reacios a hablar de nada que no fueran asuntos triviales, y sus frases rara vez se alargaban más de lo que se podía expresar con dos o tres palabras.

Como Fancy llegó más tarde de la hora que le había prometido a la mujer de la limpieza, esta se había cansado de esperarla, y Dick no pudo por menos que quedarse y ayudarla amablemente en el enojoso momento de entrar e instalarse en una casa vacía después de haber estado una semana fuera. Bajaron del carro los muebles y demás enseres que habían traído (entre otros una jaula con un canario) y luego desengancharon a la yegua y la dejaron en el prado de enfrente, donde había algo de hierba fresca. Dick encendió el fuego, que ya estaba preparado, y la actividad empezó a soltarles un poco la lengua.

—¡Vaya!, —dijo Fancy—. Nos hemos olvidado de traer los accesorios de la chimenea.

Cuando se instaló en la vivienda, había encontrado en la sala de estar, en consonancia con la expresión «casi amueblada» con la que el director del colegio la describía en la carta que le había enviado, una mesa, tres sillas, un guardafuegos y una alfombra. El «casi» lo había complementado hasta entonces con ayuda de una amable amiga que le prestó su vajilla y los accesorios de la chimenea hasta que pudiera traerlos de casa de su padre.

Dick se ocupó del fuego utilizando el mango del látigo como atizador, hasta que lo destrozó y tuvo que seguir con el palo de una valla.

—La tetera ya está hirviendo. Ahora podrá tomar una taza de té —dijo Fancy, rebuscando en el cesto que habían traído.

—Gracias —dijo Dick, a quien el viaje había abierto las ganas de tomar un té, sobre todo en compañía de Fancy.

—Bueno… aquí solo hay una taza y un platito. ¿En qué estaría pensando mi madre? ¿Le molesta si lo tomamos por turnos, señor Dewy?

—En absoluto, señorita Day —dijo el educado muchacho.

—Y ¿se conforma solo con una taza? O ¿solo con un plato?

—Me da completamente igual.

—¿Qué quiere decir?

—Quiero decir la taza, si usted prefiere el plato.

—Y ¿el plato si prefiero la taza?

—Exactamente, señorita Day.

—Gracias, señor Dewy, porque prefiero la taza decididamente. Un momento: ¡ahora faltan cucharas! —Volvió a buscar en el cesto y al cabo de un buen rato levantó la mirada y dijo—: Me imagino que no le molesta si no encuentro una cuchara.

—En absoluto —dijo el complaciente Richard.

—Es que las cucharas se han ido al fondo, debajo de todo lo demás. Ah, aquí hay una, pero solo una. Me imagino que preferirá tener una cuchara a no tenerla, señor Dewy.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.